Se considera que una persona tiene baja visión cuando presenta una limitación visual que le impide y dificulta la realización de tareas de la vida cuotidiana.
Actualmente ésta limitación visual está afectando a 150 millones de personas, de las cuales, las más afectadas son las personas de edad avanzada, pero en cualquier caso, la baja visión afecta a personas de todas las edades y grupos sociales.
Los síntomas más frecuentes para detectar la baja visión en las personas son la visión borrosa, la perdida de la visión central, es decir, que aparezca una mancha en el centro de los objetos, el deslumbramiento, las pérdidas múltiples del campo visual, la distorsión o la visión túnel, es decir la desaparición de objetos que se encuentran en la periferia. Pero también puede tener el origen por alguna patología, habitualmente asociada a la edad (cataratas, Degeneración Macular, Retinopatía Diabética, Retinosis Pigmentaria, Glaucoma etc.)
Esta denominación genérica (baja visión) no es considerada una enfermedad, por lo que no tiene cura, sin embargo esto no quiere decir que no haya la posibilidad de aplicar una rehabilitación de la visión, para que las personas puedan desenvolverse mejor en su vida cuotidiana y tener una mayor calidad de vida.
Esta rehabilitación visual consiste en seguir un protocolo para conseguir sacar el máximo partido a su visión y enseñarle como hacerlo. Está comprobado que el 90% de las personas que sufren algún problema de baja visión pueden beneficiarse con un tratamiento de rehabilitación. Después de haber llevado a cabo de manera adecuada y después de haber seguido un buen entrenamiento las personas pueden volver a realizar sus aficiones como leer, escribir, ver el rostro de las personas etc.
La baja visión es sin lugar a dudas una de las especialidades de la Optometría (ciencia que se encarga del cuidado de la salud visual) más complejas, pero también proporciona muchas satisfacciones y alegrías con los resultados y proporciona una calidad de vida que ellos al principio veían imposible.